Ada Castells (Barcelona, 1968) empezó su carrera literaria con El dit de l’àngel (1998), una historia realista y rasgada sobre sus antepasados protestantes. Después vino Mirada (2001), novela en contra de la dictadura de la imagen y, cuatro años más tarde, Tota la vida (2005), biografía abiertamentr novelada del pintor romántico Caspar David Friedrich. Pura sang (2012), ambientada entre Menorca y Barcelona, le valió el Premi Sant Joan de Narrativa, y después publicó La primavera pendent (2018) y Mare (2019), su novela más personal y que, tantos años después, entronca con la primera. Actualmente vive entre el Empordà y l’Eixample, e imparte talleres de escritura creativa.
«Entreveo finales, grandilocuentes o escuálidos, pero siempre inevitables. Lo único que no sé calibrar es el abasto. ¿Soy yo sola quien se ahoga? ¿O es solo nuestra familia? ¿O es toda la especie humana? ¿O es el planeta Tierra?»
Sara es una Quijote empachada de lecturas apocalípticas y, a raíz de unas inundaciones extremasen Barcelona, decide huir hacia el Empordà. En la expedición la acompañan un marido que exporta pollos a Brasil, una hija adolescente que quiere un perro y una tía excéntrica que no está del todo ahí. El objetivo es refundar la edad mediana con tecnología del siglo XXI. En contacto con la natura, Sara aprenderá a pactar con la amenaza, pero primero tendrá que superar un remordimiento profundo, la sobredosis filosófica, las peleas con la hija i la solastalgia*. El amor y asumir la propia fragilidad serán las únicas salidas para sobrevivir y recuperar el vínculo con los otros.
*La solastalgia es un término híbrido (consuelo + dolor) ideado por el activista australiano Glenn Albrecht. Designa la tristeza causada per la destrucción de nuestro entorno y, de rebote, de todo el planeta Tierra.
Suscríbete a nuestro boletín y está al día de todas las novedades
